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Salud

Dieta hipocalórica, ideal para perder
peso sin perjudicar tu salud

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Los especialistas insisten en que la dieta hipocalórica es la única que ayuda a perder peso de una forma sana y equilibrada. Además, evita el efecto yo-yo –pérdida y recuperación rápida de peso-, frecuente en los tratamientos reductores de peso. No restringe ningún tipo de alimento pero sí las cantidades y las formas de cocción. Con una dieta hipocalórica y ejercicio moderado desaparecerán esos kilos de más con la garantía de no volver a convertirse en un problema.



La dieta hipocalórica ha demostrado ser la mejor de todos los tratamientos contra la obesidad y el sobrepeso. Se basa en el control y la limitación de alimentos que faciliten el aumento de peso. Así, la componen alimentos que aportan los nutrientes necesarios y muy pocas calorías. El secreto reside en consumirlos en la proporción y cantidad adecuada.



En una dieta hipocalórica deben respetarse las tres comidas principales. El desayuno consiste en un vaso de leche descremada, con o sin café o una infusión, una rebanada de pan integral regada con un poco de aceite de oliva o 20-30 gramos de cereales integrales y una pieza de fruta. La comida consta de dos platos y puede introducirse cualquier tipo de alimento siempre que se cocine hervido, a la plancha o asado y con muy poco aceite (una o dos cucharadas soperas). La cena debe ser ligera y es preferible no acostarse inmediatamente después. Puedes cocinar una ensalada y una tortilla francesa y si tienes más hambre puedes tomar una infusión y una pieza de fruta antes de acostarte.



La merienda no se excluye en la dieta hipocalórica. Un café con leche descremada y una pieza de fruta o un yogur desnatado te ayudarán a no pasar demasiada hambre.

No debes olvidar que este tipo de dietas debe prescribirlas un especialista que estudiará tu caso y te realizará los análisis necesarios para que tu salud no se vea perjudicada.

 

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Aceite de oliva virgen, el mejor antioxidante

Desde que en la década de los 60 un especialista en nutrición estadounidense, Ancer Keys, hablara por primera vez de los beneficios para la salud de la dieta mediterránea, se han ido acumulando estudios científicos que corroboran las ventajas de una alimentación rica en fruta, verdura y en la que gran parte de la grasa procede del pescado y el aceite de oliva. Es este último alimento el más representativo del patrón alimentario de países como Italia, España y Grecia, donde los estudios realizados entre grupos de población de gran tamaño han identificado una menor presencia de enfermedades de corazón que en los países del norte de Europa.

Según reconocen los científicos reunidos en el Congreso Internacional sobre Aceite de Oliva y Salud, celebrado en Jaén, las investigaciones tradicionales no han conseguido separar los beneficios que aporta el consumo de aceite de oliva de los del resto de una dieta saludable en su conjunto como la mediterránea. “Esto se debe a que hay varios tipos de aceite de oliva, con propiedades bien diferentes, y a que puede actuar potenciando las efectos positivos de otros componentes como las frutas y verduras”, señala Dolores Corella, del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Valencia, una de las investigadoras participantes en el congreso.


En los últimos años está despertando un interés científico en el “oro líquido” y se empiezan a realizar estudios para profundizar en el conocimiento de sus efectos positivos sobre la salud, de los que sólo se ha identificado un 10 por ciento, según comenta Francisco Pérez Jiménez, uno de los investigadores que más ha trabajado en el estudio del aceite de oliva y que ha presidido el comité científico del congreso.

En realidad no podemos hablar de aceite de oliva en singular, dados los distintos tipos que se pueden encontrar en el mercado. De todos ellos el más recomendable es el virgen (la cualidad adicional de “extra” se refiere únicamente al sabor y no añade nada a sus propiedades saludables), que se obtiene únicamente por procedimientos mecánicos y se puede considerar como auténtico zumo de aceituna. El aceite virgen conserva una serie de compuestos en concentraciones pequeñas (como la vitamina E o los tocoferoles) que se pierden en el proceso de refinado al que se somete el aceite de oliva “a secas”.


El aceite de la longevidad


Estos componentes están siendo objeto de estudio ya que existen evidencias de que poseen efectos antitrombóticos –ayudarían a prevenir problemas cardiovasculares- y antioxidantes. De este modo se incrementaría la capacidad de frenar la oxidación que ya aporta el ácido oleico, que es la grasa mayoritaria en el aceite de oliva. El virgen contribuye por ello en mayor medida a conseguir un envejecimiento saludable.


Como explica de un modo sencillo José Mataix, del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Granada, “envejecemos porque nos oxidamos. Un porcentaje importante del oxígeno se transforma en el organismo en radicales libres, unas moléculas de gran agresividad. Gran parte del daño que ocasionan tiene lugar en las mitocondrias, un orgánulo celular encargado de producir energía”.


El grupo de investigación dirigido por Mataix ha demostrado que mediante la ingesta de aceite de oliva se puede alterar la composición de la membrana de la mitocondria haciéndola más resistente a la agresión de radicales libres. En experimentos con ratas, se consiguió frenar la oxidación y aumentar la longevidad mediante la administración de este tipo de grasa.

 

Centro pionero de investigación


El estrés oxidativo también parece estar implicado en algunas de las fases de formación de los tumores. El efecto antioxidante del aceite de oliva podría explicar el menor número de casos de algunos tipos de cáncer en España. Como señala Ramón Colomer, del Instituto Catalán de Oncología de la Universidad de Gerona, en nuestro país los tumores de mama y próstata son un 28 y un 42 por ciento menos frecuentes que la media europea.


No obstante las investigaciones que tratan de relacionar el aceite de oliva y un menor riesgo aún están en fases muy tempranas y por ahora no se puede recomendar este alimento con fines preventivos o terapéuticos. Esta será una de las principales líneas de investigación del Centro de Excelencia Investigadora en Aceite de Oliva y Salud (CEAS) constituido por la Junta de Andalucía, que pretende impulsar el estudio científico de los efectos beneficiosos de este alimento.

 

La miel, antibiótico natural

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Rica en vitaminas, minerales y aminoácidos, la miel es un poderoso agente antimicrobiano para combatir los resfriados de las épocas de frío. Además, es una aliada contra el envejecimiento puesto que contiene antioxidantes que frenan la aparición de radicales libres. Un tazón de leche o una infusión caliente con una cucharada de miel será un buen aliado para combatir los resfriados.

La miel es un producto que ha utilizado el ser humano desde los albores de la humanidad. De hecho, las pinturas rupestres de la Cueva de la Araña, en Bicorp (Valencia), que datan de 10.000 años a.C, muestran como un hombre está recolectando miel. Esto demuestra que ya los primeros pobladores la tierra descubrieron los beneficios de este alimento.

Procede del néctar de las flores. Gracias a ello, la miel es rica en vitaminas como la B6, tiamina, niacina, riboflavina y ácido pantoténico. Asimismo, contiene minerales esenciales como el calcio, cobre, hierro, magnesio, manganeso, fósforo, potasio, sodio y cinc.

Sus propiedades nutritivas hacen de este alimento una poderosa arma contra los resfriados, los dolores de garganta y algunas afecciones de la piel. De hecho, recientes estudios demuestran que la miel pura contiene un efectivo agente antimicrobiano, muy útil para el tratamiento de las quemaduras menores, las heridas superficiales y como terapia adicional de los dolores de garganta y otras afecciones bacterianas.



Su elevado contenido de azúcar, que limita la cantidad de agua capaz de permitir que los microorganismos se desarrollen, su acidez, su escaso Ph y su pobre contenido en proteínas que privan del nitrógeno que necesitan las bacterias para crecer, hacen de la miel una barrera contra las infecciones.



Asimismo, gracias a los antioxidantes la miel es un excelente elixir para frenar la aparición de los radicales libres, responsables del envejecimiento y del padecimiento de algunas enfermedades.

A través de la historia



Al principio fue muy apreciada por su sabor dulce. Sin embargo, pronto se descubrió que podían atribuirse propiedades terapéuticas. Ya en la Roma antigua, los médicos la utilizaron para ayudar a sus pacientes a adormecerse.



Hipocrates, el padre de la medicina, alabó sus poderes terapéuticos y la utilizó para curar diversas afecciones de la piel, úlceras y para aliviar el dolor en general. Los egipcios, por su parte, la utilizaron para tratar las cataratas, llagas, cortes o quemaduras.



En el siglo XX, durante la I Guerra Mundial, los doctores alemanes se sirvieron de una mezcla de miel e hígado de bacalao para impregnar las vendas con las que cubrían las heridas de los soldados.

Néctar de los dioses



El antecedente de las bebidas fabricadas lo tenemos en la hidromiel, un producto elaborado a partir de una mezcla de miel y agua que, posteriormente, se dejaba fermentar. Se trata de la primera bebida alcohólica que se conoce. Producía a los que la bebían una estado de éxtasis muy parecido a la ebriedad que provocan las bebidas alcohólicas de la actualidad. De ahí que se considerase como un néctar divino.



Jalea Real

Durante un periodo de su vida, las abejas segregan a través de sus glándulas faríngeas frontales una sustancia líquida de color blanco que en contacto con el aire se espesa y llega a solidificarse. Esta sustancia se conoce como jalea real y su sabor es áspero y ácido. La abeja reina se alimenta toda su vida de jalea y gracias a ella puede llegar a aovar 2.000 huevos fecundados cada 24 horas. Esto demuestra la riqueza nutritiva de este alimento. Contiene un 12 por ciento de prótidos, gran parte de ellos en forma de aminoácidos; un 9 por ciento de azúcares; es muy rica en vitamina B; minerales y oligoelementos; contiene un 66 por ciento de agua, y posee un factor antibiótico.



Entre sus propiedades terapéuticas se encuentra su eficacia contra la astenia, la anorexia, el envejecimiento prematuro, algunas enfermedades de la piel y la arterioesclerosis.